EL DICTAMEN
- Al diablo entregaré mis pútridas entrañas y ante él me postraré como su legítimo siervo. Mi corazón de cuajo arrancará y eternamente agradecido le seré, pues qué más que morir puedo desear si el vivir me atormenta. Mi sangre derramaré hasta que la negrura de mi infinita noche de rojo se tiña y más nada pueda ver que los desquiciados ojos de las gentes. Al Señor pido perdón por mi traición, pues el rey del infierno mi única compañía será, dueño de mi alma muerta por toda la eternidad.
- Que Dios te acoja en su seno.
Dictaminó el reverendo.
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