Una buena interpretación
—Y además nos hace daño a los dos.
—No sé cómo hemos podido llegar hasta aquí.
—Lo dejamos y punto.
Pablo dejó el desayuno en el suelo del pasillo, acercó la oreja a la puerta, contuvo la respiración y nada. Pero, cuando volvía a su rutina, escuchó:
—Vale, me iré, pero me llevaré a los niños.
—¡No! No quiero que crezcan contigo.
Abrió la puerta enérgicamente:
—Pero... ¿Qué hacéis? Todavía no os habéis vestido. Es tardísimo.
Disimuló la risa y la tristeza, mientras pensaba en lo bien que imitaba Claudia a papá y la pequeña a mamá.
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