Y castiga sin postre al gigante ya que esa tarde se había comportado muy mal. Ese maltrato hacia su familia era ilógico, teniendo en cuenta que su pobre madre no le había hecho nada para que él cometiera semejante burrada. Tal vez no le consentía tanto como a su hermana; tal vez no sea eso, o quizá sí, quién sabe.
Pero a aquella habitación nadie volvió a entrar, por aquel balcón, nunca volvió a entrar un rayo de sol y aquellas cortinas, nunca volvieron a sentir el viento en su cuerpo.
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