- Al diablo!- dije cuando otra injusticia volvió a ocurrir. Discriminación, discriminación, discriminación…Yo soy invisible para la sociedad, y vino a mi mente la frase que me ayudaba a sentirme orgullosa de mis descendientes: ‘Estaba cansada de ceder y ceder’. ¿Por qué no era capaz de rebelarme al mundo como lo había hecho antes Rosa Parks? Me volví a quedar muda, y dejé que aquellos hombres me pegasen. Deseaba morirme. Al final cuando morimos, todos somos iguales, y ese era mi único deseo.
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