Al diablo! dijo Marta. Ya estaba cansada de obedecer las órdenes de sus cómplices. Decidió entregarse por su propia cuenta. Esa misma tarde, en el almacén donde habían congelado a su última víctima, recogió su bolsa y fue a comisaría. Debido a su entrega la policía pudo desvelar el paradero de las últimas desapariciones de mujeres en la ciudad de los Ángeles. Llevaba tres años cometiendo asesinatos de la misma manera. Elegían las mujeres que coincidieran en la misma simetría de su cara. Las estudiaban durante dos meses. Luego las secuestraban, las ahogaban y finalmente las congelaban en el almacén.
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