Por fin quietas se quedaron las agujas del reloj.
Me quedé fría, pálida... que decepción! Aquel no era el beso que esperaba y él no era el chico con el que soñaba cada noche.
Y me marché sin despedirme, mañana volvería a intentarlo.
Acaricié a mi perro Jagger, me metí en la cama y como cada noche, lloré. La idea de morirme sola me atormentaba día a día. Ya no tenía quince años.
De Clara Lago
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