Por fin quietas se quedaron sus lágrimas, sus ojos todavía llorosos, tenían escritos el sufrimiento que Sara pasó.
Cuando aterrizó, una muchedumbre de periodistas la llamaban, no paraban de hacerle preguntas, querían exclusivas. Sara no contestó, permaneció en silencio el resto de su vida. Solo ella sabía que no era la única superviviente de aquel crucero.
De María Núñez
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