Un hombre solo
—Son las doce horas, un minuto y quince segundos.
El hombre colgó con un fuerte golpe. Repetía el mismo mensaje desde hacía más de dos horas, aunque al menos este teléfono respondía. Era el único. Miró la pantalla del televisor, cubierta de nieve electrónica. Desechó la idea de acudir al aparato de radio: sólo emitía un pitido enloquecedor. Se acercó a la ventana cerrada y, mientras se mordía las uñas, vigiló la calle desde sus tres pisos de altura: vacía. Meditó. Con agua corriente y la nevera casi llena, podría aguantar muchos días. Antes de volver al sofá, no pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento.
—Son las doce horas, un minuto y quince segundos.
El hombre colgó con un fuerte golpe. Repetía el mismo mensaje desde hacía más de dos horas, aunque al menos este teléfono respondía. Era el único. Miró la pantalla del televisor, cubierta de nieve electrónica. Desechó la idea de acudir al aparato de radio: sólo emitía un pitido enloquecedor. Se acercó a la ventana cerrada y, mientras se mordía las uñas, vigiló la calle desde sus tres pisos de altura: vacía. Meditó. Con agua corriente y la nevera casi llena, podría aguantar muchos días. Antes de volver al sofá, no pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento.
Como véis el enunciado del que ha de partir vuestro microcuento es: "no pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento".
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